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Ocho mujeres fueron asesinadas en Norte de Santander durante los primeros diez días de junio. Mireya Garavito fue asesinada el martes 3. Alejandra Barbosa, el miércoles 4. Liseth Carvajalino, el viernes 6. Lina Guerrero, de 19 años, fue asesinada mientras trabajaba en un restaurante el martes 10. Las otras cuatro mujeres fueron asesinadas en Ocaña y su zona rural pero, de acuerdo a la prensa, no han sido identificadas.
“Nos están matando”, afirma un comunicado del colectivo Madres del Catatumbo por la Paz, que denuncia el asesinato de 18 mujeres en Norte de Santander en lo que va de 2025. “Nos indigna que cada muerte se justifique con un titular: que si era esposa de un narco, que si pagó vacunas, que si venía huyendo del Catatumbo. ¿Desde cuándo ser mujer es una justificación para ser asesinada?”, se pregunta el colectivo.
El comunicado acierta al señalar la trenza entre las violencias propias del conflicto armado, con otras que (de acuerdo con la Fiscalía) corresponderían a venganzas delincuenciales, y “violencias de género” o “feminicidios”.
Nacida en Venezuela, Johanna Quiñones fue asesinada el pasado 14 de febrero, en medio de un tiroteo entre dos grupos delincuenciales en la carretera que conduce del municipio de Tibú a El Tarra. Aunque quienes la asesinaron no la conocían. Johanna, su madre y hermanas quedaron a merced del fuego cruzado dentro de su propia casa, en la vereda Villa del Río. La familia llevaba varios meses desplazándose para esquivar la confrontación. Las bandas pudieron darse el lujo de consumar tres horas de combate, sin importarles quién estaba en el medio. Sabían, quizá, que sus acciones no tendrían consecuencia, pues quien quedó en el medio no era importante para los centros de poder en Cúcuta o Bogotá.
Algo similar sucedió con María José Estupiñán, que trabajaba como influencer . Salió a la puerta a recibir un supuesto domicilio y un hombre le disparó al rostro. En la prensa nos cuentan que había demandado a una expareja en 2018 y sólo en 2025, pocos días antes de ser asesinada, recibió un veredicto sobre su caso. El asesinato lo ejecutó un sicario. Quizás el autor intelectual pudo darse el lujo de mandar matar a la mujer de 22 años. Sabía, quizá, que sus acciones no tendrían consecuencias, pues María José no era importante para los centros de poder en Cúcuta o Bogotá.
Y un caso casi calcado fue el de Lina Guerrero, asesinada hace sólo cuatro días. “De acuerdo a fuentes cercanas a la víctima, Fernanda había terminado una relación sentimental hace cuatro meses; desde entonces, su expareja le habría insistido en repetidas ocasiones para retomar el noviazgo, ante las respuestas negativas esta persona la habría amenazado”, informó el diario La Opinión.
En esencia, tanto cuadrillas armadas, como hombres que contratan a otros para asesinar a exparejas, sienten que son dueños: dueños de la población más desprotegida que habita sus zonas de control, dueños de las mujeres que los rodean en la vida cotidiana. Por esto actúan como si fueran “dueños” de las mujeres, asumen que pueden controlar la movilidad y la personalidad. El feminicidio, nos explica la filósofa Eva von Redecker, “representa el poder supremo de un propietario: la destrucción”.
Adenda. En su comunicado, las madres también manifestaron su respaldo a Gabriela Chacón, directora del Observatorio de Asuntos de Género de Norte de Santander, quien ha recibido amenazas por su labor de acompañamiento a lideresas del Catatumbo. Desde esta columna también la respaldo.
